Cuando me despedí de el sentía como me temblaban las piernas, como una tremenda fuerza de gravedad me empujaba hacia el suelo, tambalee un segundo pero me compuse y seguí mi marcha, con una estupenda sonrisa que no se me despegaba de la cara, en ese mismo instante, sentí que le quería, mas que a nada. En este pequeño mundo rodeado de tristeza, ahí estaba yo, envuelta en una felicidad constante y lo mejor de todo, sabiendo que sería para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario